El
otro día me contó un amigo enmohecido por el hambre pero sin ganas de comer que
en los alrededores de su pueblo vivía un hombre pendulando por sus pelos de un
árbol, su casa estaba escondida entre la metralla, con ramajes y escobas
pretendía no esclarecer su guarida roída y ahuyentándose en el día lavaba sus
barbas con licor de agua.
/no diré su ubicación por respeto a su devoción
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