recuerdo
tercero de la infancia voluptuosa:
en
la trasera cilíndrica de la virgencita escondida en una esquina entre arbustos
cuatro o cinco niñas se divertían, entre malabares se sobaban una a la otra,
dos a una, tres a una… se sucedían los envistes por orden de fila, como cuando
entrábamos en las clases, transportábamos las normas adultas a los juegos
cándidos de aquellos años, el culito debía ser sobado y las bocas embadurnadas
de la saliva ajena, una de ellas mandaba más que ninguna, de su mente creció la
calenturienta idea que nos entretenía en el patio, noté cómo una sensación
recorría los genitales, suaves los cuerpos y tiernas las lenguas, no muy
diversas a las de ahora, los sonidos de las campanillas favorecían el sitio
donde situarnos y como una cabrilla ansiada de fervor posicionaba el cuerpo a
su favor
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