era una mujer con dos gargantas y con el
mismo esófago, necesitaba un aparato parecido al que mi padre tiene para dormir
sin morir, debía cambiarse cada
cierto tiempo y
dolorosa era aquella función, dos agujas del tamaño de un dedo meñique y
con un orificio más grande que el mismo diámetro se debían introducir hasta una
profundidad de unos siete centímetros
una vez extraído quedaba libre de piel
desde el hueco que se produce en el hueso de las fosas nasales hasta harta
entrada la mandíbula, todo el despellejo dejaba ver las vísceras y músculos
rojos como un corazón de ternera y verdes como una vena, amarillos líquidos
corrían entre la carne al descubierto
la función era observar a las sombras
aquellas que desde altos edificios desvalijados levantaban las manos hacia el
cielo ocre de escasas nubes enmohecidas
sin artilugio olía todo muy mal
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